“Ven para que conozcas a alguien” me dijo ella cuando terminó la pieza que bailábamos, al llegar a la mesa su amiga estaba acompañada de un individuo algo folklórico aun para el lugar de mala muerte en el que nos encontrábamos, demasiado naco dirían las niñas fresas, al sentarnos el individuo, cuyo nombre no recuerdo, presuroso nos reveló la causa de su alegría, según el lo acababan de nombrar gerente, voltee incrédulo a ver la cara de mi amiga quien me mostró una sonrisa como diciendo ¿Cómo ves?, “¿Gerente de que?” pregunté tratando de disimular mi incredulidad, “Gerente del estacionamiento de la Torre Chapultepec” me contestó como quien anuncia que se había sacado la lotería y después continuó dando instrucciones al mesero sobre el trago especial que quería le prepararan a él y a la dama a la que le estaba tirando los perros (la amiga buena de mi amiga), conocía ya la estrategia de adornar una profesión para causar una mejor impresión pero creo que el llamar “gerente” al puesto de cuidador de autos se había ido a un extremo que rozaba en lo ridículo. El tipo, hay que admitirlo, sabia tirar rollos mareadores y al rato ya estaba tratando de vender la idea de comprar una botella de vino y continuar la noche en el mejor mirador de la ciudad, adivinaron bien se refería a la azotea de la Torre Chapultepec, a mi lo único que me hacia quedarme en la mesa, porque yo no tenía la intención de pasar la noche con mi amiga y tenia otros planes, era ver como le iba con la conquista de alguien que tenía fama de rechazar cuantos galanes se le acercaran a diestra y siniestra, creo que el hecho de que ella se estuviera divirtiendo con todos las historias fuera de proporción que él contaba hacia que lo siguiera aceptando en la mesa. La noche no terminó en la azotea del mejor mirador de la ciudad como él pretendía, pero aun así terminó de manera satisfactoria para el susodicho quien después de haber logrado emborrachar a su objetivo con las bebidas exóticas aprovechó el congestionamiento que había en la pista de baila para escapar con su dulcinea a un rincón oscuro del lugar y saborear las mieles de su conquista, gusto que le duró poco ya que mi amiga estaba determinada a hacerla de mal tercio y pronta se aventuró a rescatarla de sus garras, en ese instante yo decidí retirarme a mejores aires, la idea de tener que salir del lugar y hacerla de chofer de una borracha y un mal tercio no es ni lejanamente cerca de mi ideal del fin de una noche de antros.
"El mundo nada puede contra un hombre que canta en la miseria" - Ernesto Sabato
Thursday, January 05, 2006
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