El mundial del fútbol hace evidente la inocencia (o ingenuidad) de los mexicanos. Primeramente están las campañas publicitarias donde insinúan que el seleccionado mexicano puede ser campeón, si bien es valido soñar no hay nada que nos indique que el fútbol mexicano ha mejorado siquiera tantito desde el ultimo mundial.
Cuando Omar Bravo falló el tiro penal contra Portugal todos se consolaban diciendo que fue mala suerte que lo fallara, como si el patear bien un balón estando en reposo y dirigirlo siquiera a la portería que se encuentra a 11 metros de distancia dependiera de la suerte y no de la técnica que un profesional que cobra salarios estratosféricos debería dominar.
Claro que el equipo mexicano clasificó gracias a la suerte de que Angola no pudiera ganar a Irán, cuando equipos como Angola están considerados como los de mas bajo nivel en la clasificación de la FIFA.
Lo más ridículo que he escuchado es el comentario de políticos y periodistas que dicen que el seleccionado mexicano perdió contra Argentina porqué un partido político “saló” a la selección al mostrar a jugadores en sus spots apoyando a su candidato. Nomás falta que el crecimiento y el desarrollo de un país dependiera de la suerte!.
I believe in luck: how else can you explain the success of those you dislike? ~Jean Cocteau
Monday, June 26, 2006
Thursday, June 01, 2006
El reglamento
Cuando leo alguna noticia relacionada a los dictadores militares (Chávez, Castro, Pinochet, etc.) siento lastima por todos los que viven bajo su yugo, esto es porque me recuerda una etapa de mi vida en la que conocí que se relacionó con militares. Siendo estudiambre buscando con mis compañeros un lugar donde vivir encontramos un departamento amplio en una zona no alejada de la universidad y que estaba dentro de nuestro presupuesto (que no era mucho). Después de haber firmado el contrato llegamos al edificio con nuestras pocas pertenencias en una camioneta, no habíamos empezado a descargar cuando el administrador de la unidad habitacional, vestido con uniforme militar sin insignias, no informó que no podíamos vivir allí porque la unidad habitacional era para militares y sus familias y que el reglamento de la unidad habitacional del ejercito prohibía que fueran rentados a civiles. Basto una llamada de nuestro arrendatario, que resultó tener un alto rango en el ejercito, para que el administrador nos dejara habitar el inmueble y así el famoso reglamento fue olímpicamente ignorado. La segunda sorpresa fue cuando conocimos por primera vez a la esposa de un militar, no habíamos puesto un pie en el edificio todavía y esa señora, que sería nuestra vecina, ya nos estaba leyendo la cartilla y describiéndolo como sería nuestra corte marcial si osábamos ensuciar la entrada mientras descargábamos la camioneta, en ese momento descubrimos que las esposas de los militares son mas cabronas que los militares mismos y comprendimos como ellos podían aguantar estar acuartelados mucho tiempo ya que eso era mejor que soportar a sus esposas.
Al poco tiempo de vivir allí nos llegó la notificación de que había que pagar una cuota especial ya que quién construyó los edificios había conectado la tubería del drenaje al recolector de aguas pluviales y se necesitaba arreglar ese problema para evitar contaminar el agua que se recolectaba, todos los vecinos protestaron y haciendo referencia al famoso reglamento decían que el ejercito debía exigir a la constructora que arreglara el problema, la respuesta fue que el reglamento ya no tenía validez por lo que ejercito ya no tenía nada que ver con la unidad habitacional, que esa era una zona civil y que el problema lo tenían que arreglar los propietarios. Otra vez el reglamento chingó a su madre y todo mundo tuvo que aportar su parte.
La unidad habitacional era bastante grande, había por lo menos 100 departamentos allí y un solo administrador. Las quejas sobre el administrador abundaban, que no informaba en que se gastaba el dinero de las cuotas, que tenía a sus familiares haciendo las chambas de jardinería, plomería y demás que se requerían, etc. Los habitantes empezaron a reclamar que se despidiera al administrador y se contratará a otro, éste se defendía diciendo que el reglamento de las fuerzas armadas (¿no que ya no tenía nada que ver?) decía que no lo podían correr así nomás porque sí, que se tenía que hacer una asamblea y en esa asamblea ponerlo a votación. En fin se convocó a asamblea y cuando se empezó a hacer el conteo de los asistentes para hacer la votación apareció el reglamento de nuevo y decía que los que no fueran propietarios (y por lo tanto no pertenecieran a las fuerzas armadas) no podían votar, en ese momento nos dimos cuenta que nuestro caso no fue una excepción, el numero de veces que el reglamento que prohibía que viviéramos allí había sido mandado a chiflar a su máuser era muy grande. Aun así los que tenía derecho a voto exigieron que la votación se llevara a cabo, el administrador trataba de impedirlo nombrado artículos del famoso reglamento pero todos sus argumentos eran invalidados por otros que si conocían el famoso reglamento (nosotros nunca pudimos obtener una copia impresa de ese reglamento). La discusión seguía y la cosa se estaba poniendo fea cuando de repente llega un militar de alto rango con su uniforme lleno de insignias y cara de buldog estreñido, resultó ser un General, se sienta en una de las sillas del podio sin decir palabra como por arte de magia todos empezaron a guardar silencio al notar su presencia. El administrador se acercó al General quién le dijo algo que solo el administrador pudo escuchar, después el administrador se voltea hacia los inquilinos y con la sonrisa mas cínica que yo haya visto en mi vida dijo: “El General ordena que se termine está asamblea y que no habrá votación, si alguien tiene alguna objeción puede hacérsela saber al General”, nadie dijo nada y todo mundo se fue a su casa, el administrador siguió haciendo sus chanchullos y otra vez el reglamento mingo a su chadre.
Si ese reglamento fuera el equivalente a las leyes y a la constitución de un país imaginense lo que sería vivir en él.
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